Trabo mi nombre a tu cuerpo de árbol.
Mi sed de tierra, mi hambre de nenúfares
buscan la materialidad de tu voz
para encontrar un estanque donde prender en el agua,
un arroyo al que cruzar para verte.
Giro alrededor de una mesa,
paso los dedos por el suavísimo lacado
mientras te nombro. Cómo
traerte a mí -me digo.
Tal vez la cola de un conejo
o unas hojas de brezo bajo la almohada.
Quizá la cera de una vela
que arde lentamente en la niebla sin apagarse
Será el canto de un mirlo blanco,
una pluma amarillo lima
o una tuerca brillante
encontrada en el nido de los cuervos.
O tal vez no sea nada, simplemente
deba abrir la mano y dejarte marchar.
2 comentarios:
Un poema como este no se lee. Se escucha. Su calidad tiene prolongaciones.
Gracias Fackel, por tu apreciación y por estar tan pendiente a mis escritos.
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