Otra figura del insomnio
Mi vida más frenética, más enigmática y reunida, sucede
hoy en estas horas lentas y altivas como el mar, tan silenciosas como un hilo negro, a las que llamo con el nombre pobre de insomnio. Maníaco, ayudado de pastillas y médicos, de torpes consejos y de un turbio rencor estéril, he combatido durante años al frenesí parsimonioso de este velar, sin querer ver que en él mi soledad se iba transfigurando en una especie de macabra fortuna. Pues estas madrugadas, casi estalladas de silencio y verdad, a cambio de unas migajas de salud me dan mucho: traen nombres y fantasmas de nombres; me aproximan el pezón en donde bebo el raro caldo de la necesidad de amar, y me sacio; me traen mi miedo, del ronzal, que llega casi pensativo, como un cabeceante caballo del invierno; me traen el vértigo del tiempo, inusitado, sin un solo apellido; me traen un sobresalto de distancia, picoteada de galaxias y de interrogaciones, me traen , oh disomío, trigo sin pan, peines rotos, botones caídos, deseos sísmicos y turbulentas pesadumbre; me traen el rostro de toda mi memoria, abarrotada como un mapa e injuriada por las premoniciones. Me traen mi inapelable y escocido abrazo con el universo.
(...)
Las horas hondas se me arriman a la conciencia y con tortura y generosidad me transforman mi tránsito en un alud de percepción: u entonces pareciera que al horror le nacen bisagras para sujetarse a sí mismo, que las carencias asumen los contornos de su barranco, que se amortigua la violencia de la esperanza, que la resignación se pude, que el amor se desviste para mostrar su ingenua pústula de caridad. que todo se puebla de pasos, de perfiles y contraluces, de formas y resonancias, de sílabas mojadas, de encuentros ininteligibles y sobreviene una armonía innominable, llena de perfume y de azufre; y todo es natural y sombrío, y perverso, y emocionante.
Luego, después de esa cosecha misteriosa, de la que soy la espiga y la hoz y el cercén y el rastrojo, extenuado por la desmesurada coherencia, suelo limpiar el icono de ayuno y toda la porción de sed, y me quedo dormido, mientras siguen cayendo la vida sobre mi corazón, gota a gota, sin tregua. Y entra un folio de frío por las rendijas de mi dormitorio.
Un folio blanco, oscuro.
hoy en estas horas lentas y altivas como el mar, tan silenciosas como un hilo negro, a las que llamo con el nombre pobre de insomnio. Maníaco, ayudado de pastillas y médicos, de torpes consejos y de un turbio rencor estéril, he combatido durante años al frenesí parsimonioso de este velar, sin querer ver que en él mi soledad se iba transfigurando en una especie de macabra fortuna. Pues estas madrugadas, casi estalladas de silencio y verdad, a cambio de unas migajas de salud me dan mucho: traen nombres y fantasmas de nombres; me aproximan el pezón en donde bebo el raro caldo de la necesidad de amar, y me sacio; me traen mi miedo, del ronzal, que llega casi pensativo, como un cabeceante caballo del invierno; me traen el vértigo del tiempo, inusitado, sin un solo apellido; me traen un sobresalto de distancia, picoteada de galaxias y de interrogaciones, me traen , oh disomío, trigo sin pan, peines rotos, botones caídos, deseos sísmicos y turbulentas pesadumbre; me traen el rostro de toda mi memoria, abarrotada como un mapa e injuriada por las premoniciones. Me traen mi inapelable y escocido abrazo con el universo.
(...)
Las horas hondas se me arriman a la conciencia y con tortura y generosidad me transforman mi tránsito en un alud de percepción: u entonces pareciera que al horror le nacen bisagras para sujetarse a sí mismo, que las carencias asumen los contornos de su barranco, que se amortigua la violencia de la esperanza, que la resignación se pude, que el amor se desviste para mostrar su ingenua pústula de caridad. que todo se puebla de pasos, de perfiles y contraluces, de formas y resonancias, de sílabas mojadas, de encuentros ininteligibles y sobreviene una armonía innominable, llena de perfume y de azufre; y todo es natural y sombrío, y perverso, y emocionante.
Luego, después de esa cosecha misteriosa, de la que soy la espiga y la hoz y el cercén y el rastrojo, extenuado por la desmesurada coherencia, suelo limpiar el icono de ayuno y toda la porción de sed, y me quedo dormido, mientras siguen cayendo la vida sobre mi corazón, gota a gota, sin tregua. Y entra un folio de frío por las rendijas de mi dormitorio.
Un folio blanco, oscuro.
Félix Grande
...mientras sigue cayendo la vida sobre mi corazón y vengo del frío a escribir en este folio oscuro, en blanco.
2 comentarios:
¿Sabes una cosa? En mis horas de insomnio, que no son muchas, pero que cada vez son más, tengo ocurrencias. No me quedo insomne por causa de una preocupación, o al menos no es la conciencia de esa cita lo que me distrae, sino que pienso en cantidad de cosas que no vienen a cuento. A veces doy la luz y leo. A veces escribo, simplemente pequeñas notas sobre esas ocurrencias. A veces recuerdo. No sé si esto de ser insomne irá a más o es algo puramente coyuntural, pasajero. Si no fuera porque al día siguiente tengo que madrugar para ir al trabajo, aprovecharía los insomnios; ya me lo estoy diseñando, arroparme en un par de mantas, ponerme en la mesa, escribir o recabar lecturas, hasta que me cayera de sueño o de insominio total. (No me creas: lo que deseo sobre todo es dormir bien; el que bien duerme espanta los males, del cuerpo y del alma, oiga)
De vez en cuando no está mal que tengas insomnio y apuntes las ocurrencias en tu blog, pero en realidad lo que te deseo es que duermas genial y espantes los fantasmas.
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