La noche es de agua, y sin piedad se derrama el cielo sobre el alba de ginebra. Hace rato que me dejo arrastrar por el diluvio, pero no me lleva el aguacero a ninguna parte sólo a verte deambular de un lado a otro, como un felino tras el hierro de su jaula.
Mi vaso es un trozo de hielo con sabor amargo pero sigo en pie y te miro. Hoy caminas sola. Las otras como tú, en noches como esta, tienen un lugar, no más humano, pero más cálido donde pagarán por su carne un precio más alto. Porque sus sonrisas todavía no están tan desgastadas, porque su piel es tersa y porque el mundo está hecho de medidas... que tus caderas no respetan. Pero la noche es injusta, mientras tú intentas manejar el mínimo paraguas para que tu pelo platino y cardado no se caiga lo mismo que se desploma el cielo sobre nosotras. Te contemplo desde el otro lado. Al fin y al cabo, lo mío es el capricho de buscar mi propia herida y ahogar la culpa en el limón y esta lluvia ácida, y por eso decido estar a pie quieto en la escalera de algún bar esperando, queriendo que el agua me lleve… Pero tú… Hace falta ser una diosa de piel etrusca para reinar sólo en la luna de los coches, para estar aguantando a que pase alguien que desee pasar contigo la oscuridad como excusa; como remedio; como último refugio a un precio de ridícula metáfora.
Sobre tus tacones de aguja altos altos, salpican el barro en cada paso tus piernas firmes de cristal… opaco después de tantas veces. Tus pisadas cortas, estrechas por la brevedad y rigidez de tu falda. Porque tu cintura no es de avispa y se dibujan los años en tus ojos. Porque se derrite tu mirada surcando la tez de rimel negro; porque el día es postizo como tus pestañas. Porque no tienes nombre. Porque necesitaste tres noches para pagar tu perfume rancio. Porque el frío es demasiado y tu escote miente...
Y por una vez, quisieras dormir en casa con una bata de lana amplia sin el corsé que aprieta tanto el costado…. Y yo aquí mirando el humo en las ventanas con el puro deseo de castigarme esta noche… Porque no sabes mirar los mapas, ni la geografía fuera de un cuerpo extraño; porque cierras los ojos cada vez que bebes, y tu sonrisa nunca brilla ; porque de los cines sólo conoces las esquinas; porque para sostener así la noche, entre las manos, hay que tener tanto valor…
Mi vaso es un trozo de hielo con sabor amargo pero sigo en pie y te miro. Hoy caminas sola. Las otras como tú, en noches como esta, tienen un lugar, no más humano, pero más cálido donde pagarán por su carne un precio más alto. Porque sus sonrisas todavía no están tan desgastadas, porque su piel es tersa y porque el mundo está hecho de medidas... que tus caderas no respetan. Pero la noche es injusta, mientras tú intentas manejar el mínimo paraguas para que tu pelo platino y cardado no se caiga lo mismo que se desploma el cielo sobre nosotras. Te contemplo desde el otro lado. Al fin y al cabo, lo mío es el capricho de buscar mi propia herida y ahogar la culpa en el limón y esta lluvia ácida, y por eso decido estar a pie quieto en la escalera de algún bar esperando, queriendo que el agua me lleve… Pero tú… Hace falta ser una diosa de piel etrusca para reinar sólo en la luna de los coches, para estar aguantando a que pase alguien que desee pasar contigo la oscuridad como excusa; como remedio; como último refugio a un precio de ridícula metáfora.
Sobre tus tacones de aguja altos altos, salpican el barro en cada paso tus piernas firmes de cristal… opaco después de tantas veces. Tus pisadas cortas, estrechas por la brevedad y rigidez de tu falda. Porque tu cintura no es de avispa y se dibujan los años en tus ojos. Porque se derrite tu mirada surcando la tez de rimel negro; porque el día es postizo como tus pestañas. Porque no tienes nombre. Porque necesitaste tres noches para pagar tu perfume rancio. Porque el frío es demasiado y tu escote miente...
Y por una vez, quisieras dormir en casa con una bata de lana amplia sin el corsé que aprieta tanto el costado…. Y yo aquí mirando el humo en las ventanas con el puro deseo de castigarme esta noche… Porque no sabes mirar los mapas, ni la geografía fuera de un cuerpo extraño; porque cierras los ojos cada vez que bebes, y tu sonrisa nunca brilla ; porque de los cines sólo conoces las esquinas; porque para sostener así la noche, entre las manos, hay que tener tanto valor…
y yo tengo tanto miedo…
18 comentarios:
Está recargado, lo sé, pero nadie es perfecto. :))
Yo me lo había tomado como un feliz poema visual
¿Me permite un consejo? No se aferre a la primera opinión, propia o ajena, sobre un texto. Siempre deje pasar un tiempo, así sea breve pero de más de tres días por lo menos. Y entonces juzagará -usted o el otro- con un poco más de distancia y por lo tanto con algo parecido a la objetividad y quizás a la justicia. Créame. Sé poco sobre muchas cosas, pero ésto lo sé bien.
Saludos...
Gracias Gregorio Luri, por ver . Por volver.
¿Llovía también así en Ocata?... Sí A veces, como hoy, lo recuerdo.
Vale Brick, me quedo con el truco. Le creo. Dormirá entonces, tres días y sus tres noches. Ya nos contaremos luego.
Gracias y saludos.
Mil Gracias Borneo, es díficil explicar algunas noches, aunque estas no exitan...
Gracias en serio, celebro que te gusten las fotos. A mí también me hacen estar con el alma en un hilo, ahora que me asomo y veo la misma luz recogida en la acera...
Saludos.
Llegas a quien te lee con una exactitud sorprendente. Perfecta y hermosamente escrito y descrito.
Saludos.
Winstaniana, gracias de todo corazón. A veces uno se pierde entre sensaciones y no es suficiente hablar el mismo idioma...
Saludos para ti.
¿Sabes? Sabe a poco. Sábetelo. Quise que el relato hubiera seguido. Relátamelo.
Sábetelo...eso sí q ue es aliento. Gracias por tanta calidez.
La noche es de agua...
...¿y también es de miedo?
La noche no era de miedo, el sujeto del miedo era la chica que cuenta esa historia. La que también podría ser yo.
A veces uno parece que se ahoga en su propia rabia y desolación. Cuando de pronto asoman esos seres tan valientes, estoicos, entonces me siento infantil, caprichosa, llena de miedo.
...cuanto más veces leo tu texto, más me cautiva...¿me lo prestas o te lo robo?
Y si te lo cambio?
Y si hacemos un trueque?
Me lo pienso mejor. Ninguno de los dos.
Te lo regalo.
Gracias mil, pero...¿y si entonces me siento infantil, caprichoso y lleno de miedo?
¿ por qué ?
Publicar un comentario