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No hablaré del mar.
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No hablaré del mar.
Espuma
Miro la espuma, su delicadeza
que es tan distinta a la de la ceniza.
Como quien mira una sonrisa, aquella
por la que da su vida y le es fatiga
y amparo, miro ahora la modesta
espuma. Es el momento bronco y bello
del uso, el roce, el acto de la entrega
creándola. El dolor encarcelado
del mar, se salva en fibra tan ligera;
bajo la quilla, frente al dique, donde
existe amor surcado, como en tierra
la flor, nace la espuma. y es en ella
donde rompe la muerte, en su madeja
donde el mar cobra ser, como en la cima
de su pasión el hombre es hombre, fuera
de otros negocios: en su leche viva.
A este pretil, brocal de la materia
que es manantial, no desembocadura,
me asomo ahora, cuando la marea
sube, y allí naufrago, allí me ahogo
muy silenciosamente, con entera
aceptación, ileso, renovado
en las espumas imperecederas.
Claudio Rodríguez
2 comentarios:
- "Qué sacrilegio éste del cuerpo, éste de no poder ser hostia para darse"... Has tocado una fibra sensible. Mi poeta de cabecera...Gracias.
Lo celebro. Claudio Rodríguez tiene algo, que le hace solitario, impar, sublime, único, inigualable, inolvidable, preciso, íntimo, indiviso: incomparable; y a veces no me resulta fácil leerle. Luego vuelvo. Siempre vuelvo.
El 11 de febrero apunté algo que te sonará.Quizá.
Saludos.
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